EL OTRO SEÑOR PORSCHE

Tiene truco. No desvelaremos cual es. La inmensa puerta de una de las naves de uno de los polígonos, podríamos decir de una de las ciudades españolas pero, no, diremos Jerez, luce un discreto y estilista cartel de Toro Classics, que podría ser la entrada a un cielo especial y que es, sin duda, la verja que tapa un garaje en el que reposan un Porsche 911, un 911 Carrera, un 944 Turbo Cup y un sofisticado y (de momento) esquelético Fiat Turismo Veloce 1.000 Prototipo 1957, con el que su rico dueño espera participar (no sabe cuándo) en la Mille Miglia. Es evidente, transparente, cristalino, que ustedes ya se han dado cuenta de que no estamos, no les he metido, en un taller cualquiera. Ya ve qué cochecitos tiene el muchacho.


ANDALUZ ATÍPICO


La puerta pequeña es de dentista, pero quien la abre tiene una historia detrás muy curiosa, organizando la logística de películas, reparando veleros en Jerez y, al final, cuando la crisis del 2008 noqueó al cine, un amigo le invitó a pasar unos días en esa preciosa, ruidosa, automovilística y motociclística localidad andaluza y, cómo no, Christian Thoma, de triple nacionalidad, es francés, canadiense y austriaco, se convirtió en el andaluz más atípico del mundo. Es decir, que no hay quién lo mueva de este garaje.

Es evidente que mamá, Marta Woodside, canadiense, y papá, Christian Thoma, austriaco, perdón, «de Viena», jamás pensaron cuando tuvieron a este loco de los coches clásicos en París y, muy especialmente, amante de Porsche por encima de todo, que su hijo acabaría siendo el punto de referencia de todos aquellos enfermos de los coches antiguos, clásicos, auténticas joyas, que le pedirían que metiese sus vehículos en su quirófano y los reconvirtiese en preciosos utilitarios.

Christian cuenta que tiene clientes de todo el mundo. «Los amantes de los coches clásicos son, eminentemente, pasionales, fruto de la nostalgia, del recuerdo, de cómo nos hemos criado», explica sentado en su pequeño despachito. «El impacto del coche cuando eres joven, sea el coche de papá, de tu padrino, de tu tío, de un amigo de casa, deja una semilla en tu mente, en tu corazón, que te deja impactado a nivel sensorial, de ruidos, de tacto, de olor, de vista y, sobre todo, a nivel sentimental. Y, por descontado, que no hace falta que ese primer coche, ese primer paseo, esa primera conducción sea en un Ferrari, en un Porsche, en un Alfa Romeo. ¡Ni hablar! Estoy hablando de sensaciones primerizas, que se te quedan grabadas para siempre. Hablamos de la semilla que lo provoca todo. Hablamos de un tsunami de emociones, de eso hablamos, por supuesto».

Christian, que contempla con placer su Porsche Carrera con llamativo alerón desde su mesa, cree que hay dos ejes motivadores que suelen impactarte para provocar tu amor por los coches clásicos. «Por un lado, el diseño de los años 30, 40 y 50, la estética pura y dura, aquellos coches que, para mí, serían como esculturas con ruedas. Y, dos, a nivel nostálgico, pero ya más emocional, los años 80 cuando el ‘boom’ de los coches en la calle, las revistas y tus primeras experiencias al volante».


Respecto a los clásicos, que, evidentemente, no tienen nada, nada, que ver con los coches actuales, el punto de partida del enamoramiento de todos nosotros «se centra en el hecho de la enorme libertad que tenían los diseñadores para hacer el coche de sus sueños e, incluso, el utilitario perfecto. Esa libertad hace ya muchos años que ha desaparecido y los diseñadores deben someterse a guiones, casi leyes, mucho más restrictivas, de ahí que casi todos los coches sean iguales». Christian defiende aquellos coches clásicos «que, en cuanto los ves, tienes la impresión de que son humanos o tienen aspecto humano, con los faros redondos como ojos, la toma de aire que simula una gran boca ¿a qué sí?...y todo ello le daba una inocencia, un carisma, al coche que traspasaba generaciones. Al final tienes la sensación de que un coche, especialmente, un Porsche, es un coche de dibujos animados».

ASÍ SON LOS CLÁSICOS


Nuestro hombre, que trabaja codo con codo con el ingeniero, mecánico y ‘hombre orquesta’ de este pequeño taller, Juan Hidalgo, reconstruye todo tipo de coches, aunque ha terminado convertido en el ‘otro’ señor Porsche, porque le entusiasman todos los Porsches. «El Porsche es un coche fantástico, pues atrae a todo el mundo por razones muy diversas. Primero es un coche que todos identifican con lo deportivo y la velocidad. Cuando alguien piensa en un coche deportivo piensa, casi siempre, en un Porsche. Por supuesto, siempre piensa en el 911, más que en un Ferrari. El Porsche es un sueño asequible y eso le da aún más relevancia. Bueno, cuando Christian dice ‘asequible’ no está pensando, supongo, ni en usted ni en mí, pero bueno, así son los clásicos.


Sé que ustedes no se lo van a creer, pero se lo contaré y, por tanto, no van a tener más remedio que creerme. Christian y Juan manejan un imperio de la reconstrucción al más alto nivel. Los dos solitos en su taller. Eso sí, tienen a un montón de amigos, ni siquiera colegas, pues los talleres que les ayudan a reconstruir sus joyas con ruedas suelen dedicarse a muchísimas otras cosas y, por tanto, no son especialistas en aquellas piezas que les hacen a ellos.

Por poner un ejemplo, la mecanización de las piezas más sofisticadas de sus coches, de sus Porsches, se las dan a hacer a talleres que trabajan para Airbus en Puerto Real. Es evidente que para conseguir ese tipo de acuerdo de trato,
de cliente, de proveedor, no solo hace falta pagar bien y puntual sino crear cierto tipo de interés, de entusiasmo, en la gente a la que le encargas semejante tarea.

El trabajo de Christian es muy exclusivo. Los proyectos que preparan para sus clientes están, lógicamente, íntimamente consensuados con los propietarios de los coches que le envían a Jerez. ¿Por qué?, porque él, que es muy purista o le gusta serlo, no está dispuesto a hacer determinadas modificaciones. Las hace, sí, claro, pero deben ser pactadas y, sobre todo, sobre vehículos que no tengan un gran valor como clásicos, en el sentido que aquellos coches que merecen la pena ser reconstruidos al más puro estilo clásico, como eran de origen, él solo acepta el encargo si su dueño está de acuerdo en que se haga de esa forma original, sin trampas, vamos.

En la charla interminable con Christian, te cuenta que lo bueno de Porsche es que muchísimas piezas son intercambiables entre modelos. «A un Porsche de los años 80 en inicios de los 90, le puedes montar recambios de estética exterior de un Porsche de finales de los 60 y principios de los 70, pues encajan perfectamente. De ahí que el pro- ducto final sea un fantástico Porsche con estética clásica y mecánica moderna, combinando todas las ventajas de todas las épocas, lo que acaba generando un coche, no solo vistoso, ‘muy Porsche,’ sino con todas las ventajas de la modernidad».

Esto es un sofisticado trabajo de orfebrería, todo manual. «Juan y yo nos reservamos algunos trabajos muy delicados que no queremos externalizar. Es
evidente que tenemos un programa de subcontratación muy meticuloso y, sobre todo, tremendamente fiable. ¿Por qué?, porque a lo largo de estos años he ido conociendo a gente que, al final, han acabado tan apasionados por los coches clásicos como lo estamos Juan y yo.

Gente, proveedores que, cuando ven el coche acabado, muestran la misma sonrisa y felicidad que nosotros aunque, tal vez, algunos de ellos solo hayan contribuido al proyecto haciendo los dos retrovisores. El truco, la suerte, la habilidad ha sido poder contar con gente apasionada alrededor de Jerez o en algunos puntos de España, que vive con el mismo cariño que nosotros estas reconstrucciones».

Cuando Christian y Juan hablan de sus colaboradores se les ilumina la cara, dando a sensación de que, no solo se sienten felices por lo logrado, es decir, «por haber conseguido un auténtico ‘dream team’ de la reconstrucción,’ sino que consideran haber contagiado de su locura a gente maravillosa, que jamás pensó que trabajaría en temas tan exclusivos y gratificantes. Y ahí está el mejor tapicero del mundo, el mejor fresador, el mejor mecanizador, el mejor tornero, el mejor cromador y todos ellos no solo ponen sus habilidades, su arte, su pasión en el encargo que reciben sino que ponen sus sofisticadas máquinas y herramientas para crearles las piezas que necesitan.


OBRAS DE ARTE


Tu miras los tres Porsches y el Fiat Turismo Veloce y piensas que, en efecto, Christian y Juan los tienen en su taller como si fuesen cuatro Rembrandt. Cierto, no es para tanto, lo sé, pero si dejas que Christian siga hablando de ellos acabas, lo juro, con la sonrisa de la Gioconda, de oreja a oreja. Es un placer oírlo. Está loco. Por los coches clásicos. Cuando abandonas la nave de este par de muchachos, apasionados por todo lo que lleve ruedas y, sobre todo, por todo lo antiguo, lo tradicional, lo clásico, eso, las obras de arte, las esculturas, sobre ruedas, tiene la sensación de haber estado en un lugar especial, con gente muy especial. No solo ellos, también los que colaboran con ellos ha reconstruir los sueños de unos auténticos privilegiados.